Conciertos
31.01.2015 18:0315.03.2014 21:01
Hacía a penas diez horas que comenzaba la cuenta a tras de un nuevo año.
Me encontraba sentado, con las piernas recogidas y entrelazadas en posición de relajación y meditación, desperezándome.
Sonó un zumbido vibratorio en la mesita. Algún mensaje ha entrado en el móvil -pensé.-
Lo agarré alargando el brazo con un movimiento giratorio y vi encendido el icono del WhatsApp, sobre el que pulsé y leí: “que no se te olvide el concierto de año nuevo”.
Me lo recordaba, Alba, mi hija. Ella sabe que en alguna ocasión me había llevado un gran disgusto por haberme perdido por olvido, este extraordinario evento, que desde hace muchos años sigo, y es uno de mis mayores disfrutes. Me aporta agradables sensaciones para vivir el nuevo año. -Algo así como tomarse las uvas siguiendo las campanadas de un emblemático reloj, bien sea el de la Puerta del Sol en Madrid o el de la Plaza del Carmen de Granada-. Estos son los que sigo. Hay otros con sus seguidores. -Todos, con sus campanadas, anuncian el comienzo de un nuevo año.
Sentado, tomando el sol que se filtra a través de la cristalera del balcón, con los auriculares puestos, frente al televisor sin sonido, me introduzco en un sueño de muy agradables sensaciones.
De vez en cuando, con un leve giro de la vista hacia la derecha, contemplo cumbres, hondonadas de origen glaciar en Sierra Nevada.
Por los auriculares escucho los primeros compases emitidos por las Filarmónica de Viena, bajo la batuta del maestro Daniel Baremboim: “La Bella Elena de Eduard Strauss, el vals “Las palmas de la paz” de Joseph Strauss, y así, entre valses y polcas de la genial saga de los Strauss, llegó el concierto al punto culminante en el que los pelos se erizan y te imbuye en un extraño mundo de maravillosas sensaciones. Suena “El Danubio Azul”. Antes, la Filarmónica al unisono junto al Director, han deseado a todo los que escuchan y ven, en directo o por televisión un “feliz año nuevo”. La pareja de bailarines se cuela por los pasillos de la sala del auditorio, danzan, parecen levitar. La bailarina vuela, se posa sobre los brazos del bailarín. ¡Que placenteras sensaciones!
El concierto ha terminado, y como siempre lo hace con la popular “Marcha Radetzky”, mientras Daniel Daremboim, uno a uno, felicita a la Filarmónica. ¡Las palmadas atruenan el auditorio de Viena, y, a través de los auriculares, tambien en mis oídos
———
Volver